Armas Químicas


   En la Primera Guerra Mundial se introdujo el uso del gas venenoso como una innovación militar. Se utilizaron gases como el gas lacrimógeno, el gas mostaza y el fosgeno.

   Aunque las muertes en combate debidas a los gases solo llegaron al 3%, el número de heridos fue muy alto por lo que los soldados temían mucho enfrentarse a esta arma. Pero resultó posible el desarrollo de contramedidas efectivas contra el gas. Por eso, aunque el uso del gas aumentó al final de la guerra, su efectividad disminuyó.

   En agosto de 1914 los franceses utilizaron por primera vez granadas de mano llenas de bromuro de xililo, gas lacrimógeno. Alemania respondió disparando obuses de fragmentación llenos de agentes químicos irritantes contra las posiciones francesas en Neuve Chapelle en octubre de 1914.

   Alemania fue la primera en generalizar el uso del gas como arma. El 31 de enero de 1915, se dispararon 18.000 obuses llenos de bromuro de xililo líquido o T-Stoff sobre el ejército ruso en la Batalla de Bolimov, al oeste de Varsovia. Pero el gas se congeló en lugar de convertirse en vapor, por lo que el ataque no fue eficaz. 

   EL CLORO

   El cloro fue el primer agente letal que se empleó. Se empezaron a desarrollar métodos para descargar cloro gaseoso contra las trincheras enemigas. Se utilizó por primera vez en la guerra el 22 de abril de 1915 a las 17:00 horas, el ejército alemán tenía 160 toneladas de cloro repartidas en 5.730 cilindros que liberaron en Langemark, en Bélgica contra las tropas francesas.

  El cloro era ineficiente como arma. Al liberarlo se producía una nube verdosa que se veía fácilmente y un olor muy fuerte, por lo que era muy sencillo detectarlo. Era soluble en agua por lo que simplemente cubriendo la boca y la nariz con un paño húmedo, se reducía el impacto del gas. Se pensaba que era más efectivo usar orina en lugar de agua, ya que el amonio neutralizaría el cloro, pero el amonio y el cloro producían gases tóxicos peligrosos.  El cloro resultaba un arma de disuasión muy efectiva, ya que la visión de una nube de gas que se acercaba ocasionaba miedo entre los soldados.

   Los británicos se mostraron indignados por el uso alemán de gases venenosos pero decidieron copiar al enemigo y desarrollar sus propias armas químicas, realizando más ataques químicos que los demás países contendientes en la Primera Guerra Mundial.

La infantería británica avanzando a través del gas en la Batalla de Loos, el 25 de septiembre de 1915.


   Esto se debió en parte a que los británicos pasaron más tiempo en la ofensiva durante los años finales. El primer uso de gas por parte de los británicos fue en la Batalla de Loos, el 25 de septiembre de 1915, pero el intento resultó un desastre. Utilizaron cloro, lo llamaron "Estrella Roja" y eran 150 toneladas dispuestas en 5.500 cilindros. el ataque dependía de que el viento les fuera favorable. Pero el viento resultó inestable y el gas flotó en tierra de nadie, e incluso en algunos lugares, se desplazó hacia las trincheras británicas.


EL FOSGENO

   Los primeros que utilizaron el fosgeno fueron los franceses bajo la dirección del químico francés Victor Grignard en 1915. Más tarde los alemanes, bajo la dirección del químico alemán Fritz Haber, lo añadieron en pequeñas cantidades al cloro para aumentar su toxicidad.

   El fosgeno era un agente letal muy potente, más mortífero que el cloro. Era difícil de detectar al usarlo sólo ya que era incoloro y su olor era parecido al del heno húmedo. Pero los síntomas que ocasionaba la exposición al gas tardaban 24 horas o más en manifestarse. Los soldados podían seguir combatiendo en ese momento, pero al día siguiente las tropas estarían incapacitadas. Al ser más denso que el aire generalmente se mezclaba con cloro, que era menos denso, y así se diseminaba mejor. A esta mezcla se la conocía como Estrella Blanca.

   Durante el primer ataque de cloro combinado con fosgeno los alemanes, liberaron 88 toneladas de gas contra las tropas británicas cerca de Ypres, Bélgica, el 19 de diciembre de 1915, causando 1.069 bajas y 120 muertes.​ Para contrarrestar este arma los británicos añadieron hexametilentetramina en el filtro de sus máscaras de gas.


   EL GAS MOSTAZA

   El gas más efectivo de la Primera Guerra Mundial fue el gas mostaza. Lo introdujeron los alemanes en julio de 1917. El gas mostaza sólo era letal en altas dosis, pero estaba diseñado para incapacitar al enemigo y contaminar el campo de batalla. Al ser más pesado que el aire se posaba en el suelo en forma líquida y se evaporaba lentamente. Por eso no era adecuado en los ataques porque las tropas de asalto del ejército que lo usara quedarían expuestas al gas.

   El gas mostaza se convirtió en un arma utilizaba para apoyar la mayoría de los ataques en combinación con la artillería en las fases finales de la guerra, sobre todo en las trincheras donde los soldados estaban confinados. 

   Al final de la guerra una cuarta parte de los proyectiles de artillería que se disparaban contenían armas químicas pero las tropas estaban bien equipadas contra ellas y solo causaban un 3 % de las bajas.



Tropas de la 55 División Británica (West Lancashire) cegadas por gas lacrimógeno durante la Batalla de Lys, el 10 de abril de 1918.


   CONSECUENCIAS


   Solo el 3 % de las bajas por gas fueron letales, el 2 % ocasionaron una invalidez permanente a los soldados y el 70 % se recuperaron completamente para el servicio en menos de seis semanas. Pero todos los soldados afectados por el gas acabaron con secuelas mentales, por lo que el gas continuó siendo uno de los mayores miedos de las tropas.

   La muerte por gas era especialmente terrible. Una dosis letal de fosgeno producía respiración entrecortada y náuseas, el pulso hasta 120, una piel cenicienta y la secreción de 2 litros de líquido amarillo de los pulmones cada hora de las 48 que duran los espasmos de ahogamiento.

El gas lacrimógeno y el gas mostaza tenían como consecuencia la ceguera.

NaciónBajas por gas (estimadas)
LetalesNo letales
Rusia50.000400.000
Alemania10.000190.000
Francia8.000182.000
Reino Unido8.000181.000
Imperio austrohúngaro3.00097.000
EEUU1.50071.500
Italia4.50055.000
Total85.0001.176.500

   No hacía falta inhalar gas mostaza para que éste fuera efectivo, cualquier contacto con la piel era suficiente, podía quemar la piel hasta el hueso. Aparecían inmediatamente manchas rojas y húmedas, que tras 24 horas se convertían en ampollas.  Producía inflamación de la conjuntiva y los párpados de la víctima, forzándola a cerrarlos y dejándola temporalmente ciega. Otros síntomas eran dolor de cabeza intenso, fiebre y pulso elevados y neumonía.

   Las enfermedades respiratorias y los problemas de vista eran afecciones típicas de la posguerra.

Soldados británicos provistos de cascos antigás PH con tubos de respiración. 


   CONTRAMEDIDAS ANTE LAS ARMAS QUÍMICAS

   Los contendientes de la Primera Guerra Mundial no estaban preparados para defenderse contra las armas químicas en un principio. El proceso de desarrollo de protecciones contra el gas se realizó durante gran parte de la guerra, creando máscaras antigás cada vez más efectivas.

Incluso en la Segunda Batalla de Ypres, el ejército alemán, que todavía no estaba seguro de la efectividad del arma, solo distribuyó máscaras de respiración a los ingenieros que trabajan con el gas. En Ypres, un oficial médico canadiense, que también era químico, identificó rápidamente el gas como cloro y recomendó que las tropas orinasen sobre un trozo de tela y se taparan la boca y nariz con él. La teoría era que el ácido úrico cristalizaría al cloro. El primer equipo oficial que se distribuyó era igualmente primitivo; el respirador Velo Negro, una almohadilla impregnada con un producto químico y atada sobre la parte inferior de la cara. Para proteger los ojos del gas lacrimógeno, los soldados fueron equipados con gafas protectoras.

Infantería australiana con Small Box Respirators en Ypres, septiembre de 1917.

El siguiente avance fue la introducción del casco antigás — básicamente una bolsa sobre la cabeza. El tejido de la bolsa se impregnaba con un producto químico para neutralizar el gas — pero cuando llovía, el producto químico se mojaba y caía en los ojos del soldado. Las piezas oculares, propensas a empañarse, estaban hechas inicialmente de mica. Al entrar en combate, normalmente los cascos antigás solían llevarse enrollados sobre la cabeza, y se desenrollaban y apretaban en el cuello cuando se daba alarma de gas. La primera versión británica fue el casco Hypo, cuyo tejido se empapaba con tiosulfato de sodio (conocido popularmente como "hipo"). El casco antigás P británico, parcialmente efectivo contra el fosgeno que portaba toda la infantería en Loos, estaba impregnado con fenato hexamina. Se le añadió una boquilla de respiración para evitar la acumulación de dióxido de carbono. El ayudante del Batallón 1/23, el Regimiento de Londres, recordaba así su experiencia con el casco P en Loos:"Las gafas protectoras se empañaban rápidamente, y el aire entraba en cantidades tan sofocantemente pequeñas que demandaba un continuo ejercicio de fuerza de voluntad por parte de los portadores."

En enero de 1916 se distribuyó una versión modificada del casco P, el casco PH, impregnado adicionalmente con hexametilentetramina para mejorar la protección contra el fosgeno.

Los respiradores con caja autocontenidos representaron la culminación en el desarrollo de máscaras antigás durante la Primera Guerra Mundial. Los respiradores con caja utilizaban un diseño de dos piezas; una boquilla conectada mediante un tubo a una caja que hacía de filtro. La caja contenía gránulos de productos químicos que neutralizaban el gas, devolviendo aire limpio al portador. Al separar el filtro de la máscara se consiguió proporcionar un filtrado aparatoso pero efectivo. No obstante, la primera versión, conocida como "Large Box Respirator" (LBR, respirador de caja grande) o "Harrison's Tower", fue considerada como demasiado voluminosa — ya que era necesario cargar con la caja en la espalda. El LBR no tenía máscara, solo una boquilla y una pinza para la nariz; era necesario llevar unas gafas por separado. Siguió distribuyéndose entre los servidores de artillería, pero la infantería recibió el "Small Box Respirator" (SBR, respirador de caja pequeña).

El SBR proporcionaba una máscara de una sola pieza, bien ajustada y de goma que traía piezas oculares. La caja de filtrado era compacta y se podía llevar colgada del cuello. EL SBR se podía actualizar fácilmente al ir desarrollándose tecnologías de filtrado más efectivas. El SBR diseñado por los británicos también fue adoptado por la Fuerza Expedicionaria Estadounidense. El SBR era la posesión más preciada del soldado ordinario; cuando los británicos se vieron forzados a retirarse durante la Ofensiva de primavera alemana de 1918, se vio que aunque algunos soldados habían abandonado sus fusiles, casi ninguno había dejado atrás su respirador.

No solo los humanos necesitaban protección contra el gas; los caballos y las mulas, que eran los medios de transporte principales, también eran vulnerables al gas y necesitaban protección. Como nunca se utilizaban animales cerca del frente, la protección contra el gas solo se hizo necesaria cuando se adoptó la práctica de disparar proyectiles con gas a las zonas de retaguardia.

Para el gas mostaza, que no tenía que ser inhalado para provocar bajas, no se halló ninguna contramedida efectiva durante la guerra. Los regimientos escoceses de Highland, vestidos con kilts, eran especialmente vulnerables a las lesiones por gas mostaza debido a que llevaban las piernas al aire. En Nieuwpoort, algunos batallones escoceses decidieron llevar mallas de mujer debajo del kilt como protección.

Se dice que los soldados canadienses habían encontrado una forma de minimizar los efectos del gas mostaza. Como el gas llegaba a los soldados con el viento que soplaba hacia ellos, comprendieron que minimizarían la exposición al gas si, en lugar de huir de él, corrían a través de él. Los franceses, por el contrario, cuando recibían un ataque de gas, huían, y por tanto estaban más tiempo rodeados de gas y sufrían mayor número de bajas.
Varios modelos de máscaras antigás empleadas en el Frente Occidental durante la guerra.

El procedimiento de alerta de gas se convirtió en una rutina para el soldado del frente. Para alertar de un ataque de gas, se hacía sonar una campana, a menudo hecha con vainas usadas de proyectiles de artillería. En las ruidosas baterías de cañones de asedio se utilizaban bocinas de aire comprimido, que se podían oír a 15 kilómetros de distancia. Se pegaban carteles en todos los accesos a una zona afectada, avisando a la gente para que tomara precauciones.

Otros intentos británicos de contramedida no fueron tan efectivos. Un plan inicial consistía en utilizar 100.000 ventiladores para dispersar el gas. Se intentó quemar carbón o moissanita. Se propuso equipar a los centinelas del frente con cascos de escafandra para bombearles aire por un tubo desde una distancia de 30 metros.

Sin embargo, la efectividad de todas las contramedidas es aparente. En 1915, cuando el gas venenoso era relativamente nuevo, menos de un 3 % de las bajas por gas británicas murieron. En 1916, la proporción de muertes subió hasta el 17 %. En 1918, el número volvió al 3 %, aunque el número total de bajas por gas británicas era entonces nueve veces superior a los niveles de 1915.




Lanzamiento de un cilindro británico en Montauban, en la Somme, en junio de 1916, como parte de la preparación de la Batalla del Somme.

El primer sistema utilizado para liberar gas masivamente consistió en hacerlo desde cilindros aprovechando los vientos favorables para que el gas se desplazara hasta las trincheras enemigas. La ventaja principal de este método era su relativa sencillez y que, bajo las condiciones atmosféricas adecuadas, producía una nube concentrada capaz de vencer las defensas basadas en máscaras de gas. Las desventajas del lanzamiento de cilindros eran numerosas. En primer lugar, la liberación estaba a merced del viento. Si el viento era inestable, como en el caso de Loos, el gas podía desplazarse hacia las trincheras propias, causando bajas entre los suyos. Las nubes de gas servían bien de aviso, dando tiempo al enemigo para protegerse, aunque muchos soldados se aterrorizaban ante la visión de una nube de gas acercándose. Por lo demás, las nubes de gas tenían poca penetración y solo eran capaces de afectar a las trincheras del frente antes de disiparse.

Finalmente, era necesario depositar los cilindros justo enfrente del sistema de trincheras, para que el gas se liberara directamente sobre tierra de nadie. Esto suponía que los cilindros se tenían que trasladar a mano a través de las trincheras de comunicación, a menudo obstruidas y anegadas, y almacenarlos en el frente, donde siempre existía el riesgo de que los cilindros se abrieran prematuramente durante un bombardeo. Un cilindro dañado que perdía gas podía producir una espiral de humo reveladora que, en caso de ser reconocida, atraía con seguridad el fuego de la artillería.
Ataque de gas alemán en el frente oriental.

Un cilindro de cloro británico, conocido como "oojah", pesaba 86 kg, de los que solo 27 kg eran gas cloro, y hacían falta dos hombres para transportarlo. El gas fosgeno fue introducido posteriormente en un cilindro conocido como "mouse", que solo pesaba 23 kg.

El lanzamiento de gas con proyectiles de artillería superó muchos de los riesgos de manejar cilindros de gas. Por ejemplo, los alemanes utilizaron proyectiles de 5,9 pulgadas. Los proyectiles de gas eran independientes del viento y aumentaron el área de efectividad del gas, haciendo vulnerable a cualquier zona al alcance de los cañones. Los proyectiles de gas se podían lanzar sin aviso, especialmente en el caso del fosgeno, transparente y casi inodoro — hay numerosos relatos sobre los proyectiles de gas, que caían con un ruido sordo en lugar de explotar, que inicialmente se ignoraban pensando que eran proyectiles de alto poder explosivo de fragmentación defectuosos, dando así tiempo al gas para hacer su trabajo antes de que los soldados tomasen precauciones.
Cargando una batería de lanzadores de gas Livens.

El principal defecto asociado al lanzamiento de gas con artillería era la dificultad de lograr una concentración letal. Los proyectiles tenían una carga de gas pequeña, y era necesario saturar con bombardeos una zona dada para producir una nube de gas similar a la producida con liberación de cilindros. Sin embargo, el gas mostaza no necesitaba formar una nube concentrada y por tanto el vehículo ideal para este veneno era la artillería.

La solución para conseguir una concentración mortal sin necesidad de cilindros fue el "lanzador de gas", esencialmente un mortero de gran calibre que disparaba cilindros enteros. El lanzador Livens británico (inventado por el Capitán W.H. Livens en 1917) era un dispositivo sencillo; un tubo de 8 pulgadas de diámetro clavado en el suelo con un cierto ángulo y una carga propulsora que se detonaba con una descarga eléctrica, disparando el cilindro con 14 o 18 kg de gas hasta una distancia de 1900 metros. Colocando una batería de lanzadores y disparándolos simultáneamente se podía conseguir una densa concentración de gas. El Livens se utilizó por primera vez en Arrás el 4 de abril de 1917. El 31 de marzo de 1918, los británicos llevaron a cabo su mayor "disparo de gas", lanzando 3728 cilindros en Lens.

BIBLIOGRAFÍA


http://guerraquimica.tripod.com/menu.htm
https://web.archive.org/web/20060627084142/http://www.tecnociencia.es/especiales/guerraquimica/armasquimicas/agentesquimicos.htm
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